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Necesitamos a nuestras Brujas

Foto del escritor: LegómenaLegómena

Actualizado: 1 nov 2020

Ayer, día de las Brujas, -mis hermanas-, pensaba en Casandra. En aquella Princesa de Troya, que, por capricho del dios Apolo, tenía el don de la predestinación, más no el de la credibilidad. Es decir, veía el futuro, -generalmente, tragedias-, pero nadie le creía. Hermana de Héctor, el Grande de Troya; ella, de la realeza también, y con esa capacidad de predecir el devenir, aunque sus palabras eran ignoradas. Desgracia para todos. Troya, por ejemplo.


A lo largo de la historia de la humanidad, siempre ha habido Casandras. No sé si la Princesa Troyana reencarna, pero lo cierto es que existen seres que nos van marcando el paso, señalando lo que se viene, y por alguna razón, no se les cree.


Y bueno, seguimos como estamos…


La naturaleza nuevamente nos reta con una pandemia y vamos fallando la prueba estrepitosamente. Esa falsa sensación de seguridad que los gobiernos fomentan está llevando a que los casos de COVID19 se incrementen. Seguimos como sociedad empeñados en querer volver a una realidad (o normalidad, como muchos le llaman) que no es para nada funcional. Lo peor de todo es que estamos tan aferrados a una vida que ya no existe, -no volverá-, pero allí vamos, -tercos-, pretendiendo traerla al presente con esfuerzos que no hacen más que desgastarnos. Los gobiernos han levantado las medidas restrictivas y dado banderazo para abrir lo que se había cerrado, regresando a lo suspendido, pero con las “medidas de prevención”, que al final resultan molestas, así que muchos han decidido sencillamente ignorarlas. Cada vez, vemos menos personas con mascarillas y más aglomeraciones innecesarias. Como si nos hubiéramos rendido. Lo triste es que esto es un total retroceso. Mientras pretendamos seguir “adelante” con nuestras vidas pasadas, solamente estamos retrasando el final de la pandemia. Los hospitales se empiezan a saturar, los casos a ser de conocidos, y el panorama a empañarse mucho más. Todo con una falta de claridad y de información por parte del gobierno y los líderes en general. Lo único seguro, es que priorizaron la economía sobre la salud; ese mensaje sí lo dejaron muy claro. Francamente, no termino de entender por qué lo plantearon de tal forma. Se hizo una distinción tajante: o estás de acuerdo con uno o con otro, cuando realmente tanto la economía como la sanidad, se necesitan y no son excluyentes. En fin, ese es tema de otro post.


Alguien me preguntó si era bueno o malo salir ahora que se levantaron las restricciones. Me pareció curiosa la pregunta, pero francamente la consideré muy honesta. Es algo con lo que nos enfrentamos todos los días, por sencillo que parezca.


¿Salir o no salir? He ahí el dilema...


¿Se puede? Claro. ¿se debe? Depende. ¿Implica riesgo? Sí. ¿Mucho o poco? Dependerá de cómo me protejo, a dónde voy y a qué necesidad atiende la salida. Todo contacto con otro ser humano es un riesgo. Así de claro y sencillo. Por eso las medidas de protección son indispensables. Aquí no hay mucho por decir. El criterio es contundente: toda acción que implique contacto con otra persona es riesgosa, y la posibilidad de contagio aumenta dependiendo de cuánto se tenga que "abrir la boca". Es decir, todo acto que literalmente implique abrir la boca incrementa el riesgo: comer, hablar, beber, fumar, besar, no digamos escupir, estornudar, toser. Aunque se tenga distancia, si se abre la boca, siempre hay riesgo. Este disminuye con el uso de mascarilla, pero nos la tenemos que quitar para comer, beber, fumar, besar…Es difícil aceptar esto. Caer en cuenta de que estas cosas que tanto nos gusta hacer en compañía, ahora trae la posibilidad de un peligro. Eso a cualquier le da miedo y tristeza. Es natural.


Cada uno debe decidir qué hacer, pero lo que no se vale es que neguemos lo evidente y que no estemos conscientes de las consecuencias que puede traer lo que decidamos.


La negación de hecho es generalizada…


La sociedad entera está en fase de no querer ver, mucho menos aceptar, esta realidad. Para empezar, los líderes nos siguen presentando opciones absurdas, que ya no encajan en lo que vivimos. Por ejemplo, esta semana el Doctor Asturias indicaba que ya tienen el protocolo para apertura de cines, cuando lo que deberían estar trabajando es en nuevas opciones para que las personas que se dedican a esta industria puedan modificar su modelo de negocio. Las salas de cine ya no son funcionales ni rentables. Acéptenlo ya. Mejor enfocarse en cómo cambiar la forma de proyectar películas y hacerlo accesible al público, o sencillamente será un intento fallido tras otro. Fue muy buena, por ejemplo, la propuesta de volver al cinema y proyectar desde una pantalla externa; claro resolviendo los problemas que esto implica, como el clima, infraestructura, precios altos, etc. La idea es cambiar un poco más de fondo el modelo de negocio, porque en serio, si no lo hacen, no lograrán levantarse en esta nueva realidad. Es responsabilidad de los gobiernos ir subsidiando y apoyando a las empresas que se ven afectadas de raíz por la distancia social, y francamente son muchos los negocios que se están viendo golpeados, pero sí se cuenta con los fondos para hacerlo.


El problema es la pestilente corrupción que nos carcome…


Por eso, cuando veo el empeño en seguir aplicando soluciones viejas para resolver un problema nuevo, es que entiendo que seguimos en negación rotunda: TODOS. Y entonces, para la segunda ola de la pandemia, como sociedad doliente que ha perdido su estructura de décadas, estamos aún en fase uno, según el proceso de duelo descrito por la Doctora Kübler-Ross: NEGACIÓN. Nos faltan cuatro fases y al menos otras dos olas. Dos años más, es lo que se calcula, los cuales se pueden acortar, si se logra una vacuna efectiva, distribuida universalmente y a tiempo, y por supuesto, si la sociedad se toma su papel más en serio, como parte indispensable del recorte de transmisión.

Y ahora, volvamos a Casandra.

La pandemia no es nada nuevo, ni para la humanidad ni para los líderes. Desde hace muchos años, -décadas-, se ha venido sintiendo la cercanía de la amenaza de otra pandemia. Se nos anunció. La naturaleza, en un acto de benevolencia, fue poco a poco dando los avisos que consideró oportunos y muchos los reconocieron. Tenemos a grandes científicos que han venido “vaticinando”, lo que francamente era evidente: que tendríamos una pandemia y no estábamos preparados, a lo cual sencillamente se respondió con indiferencia. Ahora las consecuencias apenas las estamos sintiendo. Y digo apenas, porque lo peor está aún por venir. Voces como las de Larry Brilliant, Michael Osterholm, Andrea Crisanti, Tony Fauci y por supuesto la grandísima Laurie Garrett, han sido “las aves de mal agüero” anunciando que el mundo necesitaba prepararse para lo que estamos viviendo hoy. Esto desde hace muchos años. No sólo no se les escuchó, sino que ahora, que lo estamos viviendo, NO SE LES CREE. Tampoco se les toma en cuenta en las decisiones y sencillamente se les está ignorando. Tienen el don de la “predestinación”, pero no el de la credibilidad…

Guatemala, tiene sus propias Casandras. Con mucha frustración puede escucharse el clamor de tantos médicos, científicos, especialistas, instituciones, expresando su preocupación por el manejo de la pandemia y sencillamente son ignorados. La Asociación Guatemalteca de Enfermedades Infecciosas ha sido de las primeras Casandras; deberían estar en las mesas de decisión y es evidente que no es así. Otra es la Procuraduría de Derechos Humanos que, con personas como la Doctora Zulma Calderón, van mostrando una realidad que no puede negarse. La gente de la PDH arriesga su propia vida para enseñarnos la que está pasando y seguimos volteando la cara hacia el lado contrario, con una indiferencia bastante enfermiza. También tenemos infinidad de médicos, que individualmente en sus redes, van publicando lo que están sintiendo y, sobre todo, viviendo, en sus campos de acción. ¿Por qué no se les escucha? Ellos son quienes están en primera línea, en el campo de batalla, en el punto específico en donde suceden las cosas


¿Por qué esa negación en ver que estamos viviendo nuestra peste? Eso, NUESTRA PESTE.


Y otra de mis preguntas que no logro responder es ¿por qué los gobiernos se han centrado en escuchar a los empresarios más que a la ciencia? Y vuelvo a lo que decía antes, no tienen por qué estar separados. La ciencia necesita presupuesto, y sin salud, la economía no subsiste: los muertos no pueden trabajar. Es sencillamente la falta de liderazgo y visión, que no logra encontrar una fusión que sea en beneficio de todos.


Esta crisis no es solo sanitaria, emocional, social, económica, sino sobre todo es una gran crisis de CREDIBILIDAD. Estamos en tiempos muy confusos, en que cuesta escuchar, pues todos se otorgan la bandera de la verdad y es imposible distinguirla entre tanto barullo. Volviendo a la mitología, puede pasarnos como a los navegantes que sucumbían al canto de las sirenas. Lo que a veces se nos olvida, es que, si nos informamos bien, si buscamos las fuentes, y escuchamos a “nuestras hechiceras”, podremos navegar seguros en estas aguas tan turbias e inciertas. Así como Odiseo siguió el consejo de Circe, -la Bruja-, y colocó cera en los oídos de sus marineros para llegar a su destino sin sucumbir a las voces celestiales de las sirenas.

Casandra, Circe...


Necesitamos a nuestras Brujas.

No vaya a ser que por no oírlas, otra vez arda Troya...





 
 
 

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