Murió mi hermano.
Ahora toca vivir el duelo. No voy a endulzar las cosas; creo que quienes hemos perdido a alguien significativo merecemos que todo se llame por su nombre. Necesitamos que se hable de lo oscuro y que las redes no sean solo para mostrar las "sonrisas" y lo "positivo". No. También requerimos hablar de lo que duele; nuestro ser entero nos pide hablar de la muerte.
Heme aquí.
El dolor cada vez va calando más hondo. Por momentos se apodera de todo mi ser. No solo siento que se me desgarra el corazón, sino que literalmente me duele hasta los huesos. No sé cómo explicarlo, pero es como si estuviera poseída, no por un demonio, sino por un vacío muy oscuro. Esto lo he ido sintiendo conforme pasan los días.
Al principio no era así. Tenía dolor, y lloraba y lloraba, pero poco a poco, como por ósmosis, siento que algo va calando capa por capa de mi ser entero. Se apodera de todo, lentamente, cual la lava que se hace camino quemando todo lo que encuentra a su paso. Sigo llorando y llorando, pero ahora junto a un dolor que me lacera.
Sigue sorprendiéndome lo poco que sabemos de la muerte. Algo tan humano y universal, tan básico y primitivo. De esas verdades que compartimos con toda la naturaleza, con todos los reinos. La vida y la muerte son hermanas inseparables que han acompañado la historia terrícola desde sus inicios. Y a pesar de eso, seguimos con tantas preguntas sin responder.
¡Ay! Las preguntas. Me han acompañado desde el principio, aunque también he intentado recordar que no existen repuestas para todas, al menos por ahora. Sé cómo es que funciona esto, ya he vivido pérdidas significativas (y vaya si no). Por eso comprendo que algunas respuestas van llegando con el paso del tiempo, al igual que sé que no llegan todas. Que habrá muchas que quedarán sin responder, pues sencillamente, no son para nuestra comprensión. De serlo, el mundo no sería lo que es. A estas alturas de la historia y de tantos avances tecnocientíficos, no sabemos nada de la muerte. Al menos nada que consuele a quienes nos quedamos.
Me siento conectada con todos los dolientes, duelantes y sufrientes de la historia. Siento su dolor en todas mis células y quisiera abrazarles; estamos hermanados. Yo también estoy doliendo y mi corazón está pulverizado. Me siento en el piso, tirada, mientras veo cómo arde el mundo, pero me es imposible siquiera intentar levantarme. Ni quiero hacer el esfuerzo. No tengo la energía, no tengo las ganas, ni el deseo, ni la motivación. Como si me hubiera apagado, y mis pocos movimientos los hago consciente de que hay una daga en medio de mi pecho y que me impide respirar.
No me interesa nada. Los problemas del mundo me parecen tan irrelevantes, tan poco importantes. Me da igual todo: ME DA IGUAL. Pueden caer un meteorito que a mí me tiene sin cuidado. La vida se me vino abajo, me quedé sin piso y no tengo ni idea de cómo seguir adelante, cómo es que se debe vivir. Y la sociedad planteándome sin sentidos, estupideces que "agobian", cuando al final, todo se acaba en un chasquido de dedos.
Cuando me dicen “la vida sigue” … ¡Ay! Esa frase me choca horriblemente. Me siento arrastrada hacia un lugar que veo lejano y al cual no quiero llegar aún. No es mi momento. Por supuesto que seguiré viviendo; aunque hoy no tenga ganas, aunque las razones para hacerlo están nebulosas. La vida sigue. Lamentablemente sigue, vaya si no. Pero ¿cómo? Pretenden que los duelantes sigamos, pero ¿de qué forma? ¿Cómo se puede seguir así, tan mutilado interiormente, tan incompleto? Así me siento, incompleta. Y decir "la vida sigue" es desacreditar mi experiencia; como si no fuera válido dolerme, como si lo que hubiera pasado debe ser borrado, como si fuera cualquier cosa. Como que si lo que me hubieran cortado fuera el pelo y no un pedazo de alma.
Mi hermano me hacía sentir acompañada, con él la soledad era imperceptible, pero ahora es devastadora. Es la realidad con la que me abofetea la vida, es la compañera que su partida me deja.
Sí, la vida sigue. Lamentablemente. Y, aun así, -destrozada-, seguiré viviendo.
Esto es el duelo.
Comments