top of page
Buscar

Nunca ha estado "re bonito"

Foto del escritor: LegómenaLegómena

Hace unas semanas leí un reportaje muy corto de los problemas que está atravesando el hospital nacional de salud mental. Horrorizaba el leerlo. Cosas como que los pacientes están, literalmente, viviendo entre heces, era de lo más triste. Mencionaban que muchos miembros del personal han tenido que suspenderse debido a brotes internos de COVID19 y eso solo ha complicado la atención. Han quedado muy pocos enfermeros para atender a una gran cantidad de pacientes. Entrevistaron a algunos familiares. Una persona que venía de Petén mostraba su descontento porque no fue notificada del cierre de la clínica de consulta externa y viajaron por largas horas para recoger un medicamento que no se les entregó. Me parece muy llamativo que la noticia no hiciera tanto ruido. Quiero pensar que fue debido a que salió muy cercano al primer paro. Lo comentaba con un amigo y me decía que ese hospital se mantiene en condiciones deplorables desde hace muchísimo tiempo. Me dolió mucho.


A estas alturas se sigue estigmatizando la salud mental. Si bien la terapia psicológica está más extendida, aún existe la creencia de que al psicólogo sólo van los locos. Francamente no sé cómo puede alguien vivir sin un acompañamiento psicológico permanente, mucho menos durante la pandemia.


En un periodo de tres semanas tuve cuatro ataques de ansiedad. Estudio psicología clínica, estoy en terapia individual, en terapia de grupo, medito y me ejercito regularmente, sobre todo cuido atentamente todo lo relacionado con mi salud. Y a mí me pasó esto. Me asusté mucho y visité a los especialistas que consideré oportuno; todos concluyeron en lo mismo: es una situación de estrés desbordado.


Quise compartir esta experiencia, porque es difícil lo que estamos viviendo y no tiene nada de malo que lo reconozcamos y aceptemos. Hace algunos años visité a un proveedor holístico de salud quien me decía que él podía darme todas las soluciones, las recetas, dietas, aceites, consejos, todas las opciones existentes y yo practicarlas fielmente, pero si lo que estaba cargando era muy pesado, por muy fuerte que yo fuera, mis rodillas iban a ceder. Si la carga externa es muy dura corremos el riesgo de que nos sobrepase. Aceptar esto es lo primero. Cuando se empiezan a dar situaciones como esta, me dijo mi psicóloga, es indicativo de que ha llegado el momento de cambios más radicales. No me paraban las ganas de llorar. No había causa concreta, -según yo-, pero ese estado profundo de tristeza me despertó mucho. Estoy consciente de que no solo el virus está mutando, sino yo también.

Estamos en un momento completamente atípico en nuestra historia personal y colectiva. No es fácil mantenerse a flote, no sólo en los distintos aspectos de la vida social, sino sobre todo emocionalmente. La pandemia se volvió de hule, y no vemos final, sabemos que sí acabará, pero se siente eterna la llegada. La vacunación nos da mucha esperanza, pero el reto es precisamente el acceso universal a un bien, lo cual sabemos que a nivel mundial nunca se ha logrado. No hay condiciones equitativas, y esas dificultades también los está enfrentando los programas de distribución de vacunas.


Nuestra higiene mental es prioritaria, no sólo cuando estamos al límite sino de una forma cotidiana. Por eso digo higiene y no salud. Así como nos tratamos de bañar todos los días, deberíamos tener prácticas que nos ayuden a mantener buena higiene mental. Pero en este campo somos aún menos cuidadosos en lo referente a la prevención. ¿Cuántos de nosotros vamos a terapia? Si bien para algunos puede no ser accesible, existen programas, grupos, y otras formas en las que podríamos acceder al acompañamiento psicológico. Lo importante es que sepamos reconocer que lo necesitamos, qué es lo que necesitamos y busquemos cómo acceder a él. Ahora durante los juegos olímpicos vimos también como Simone Biles antepuso su salud mental a su competencia. Lo más triste fue la cantidad de críticas que le llovieron. Una mujer que tuvo la valentía de decir que no, -que no se sentía bien, que necesitaba detenerse un segundo-, fue ampliamente criticada y satanizada.


La pandemia ha venido a incrementar los síntomas de esta sociedad enferma. No creo posible que ningún ser humano en todo el planeta esté sano completamente en sus emociones. Y así nos toca tomar decisiones, salir a trabajar, seguir adelante. Rabia, enojo, desesperación, angustia, estrés, preocupación, miedo, dolor, desgana, tristeza, frustración, ansiedad, son muchas las emociones que podríamos estar sintiendo. Incrementado, por mucho, en quienes están hoy en duelo. Uno de mis miedos más grandes es cómo vamos a interactuar entre nosotros sumidos en el luto.


Quise compartir esto precisamente por si alguien siente algo similar, que sepa que no está solo. No es consuelo aquello de “mal de muchos”, pero todos estamos afectados y por eso es tan importante que busquemos cómo sostenernos. “Sostenernos” en la palabra que he utilizado desde siempre durante la pandemia. No me gusta el “resistir” porque siento que, el que resiste termina quebrándose, en cambio quien se sostiene, se mantiene fuerte ante lo que venga. No se trata de poder sino de fortaleza. Sostenerse es mantenerse y esperar a que pase el huracán, para salir luego a recoger los pedazos que quedan, con calma, con el alma destrozada, pero en paz. Así es como la humanidad se ha reconstruido, tantas veces, así lo hicieron nuestros ancestros, así nos tocará a nosotros.


Paciencia. Un respiro a la vez.


Y por cierto, nunca ha estado re bonito, así que por favor no olvidemos al Hospital Nacional de Salud Mental.

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

La vida...¿sigue?

Murió mi hermano. Ahora toca vivir el duelo. No voy a endulzar las cosas; creo que quienes hemos perdido a alguien significativo...

Comments


Post: Blog2_Post
  • Facebook
  • Twitter
  • LinkedIn

©2020 por Legómena. Creada con Wix.com

bottom of page