El aroma a cafetal de ciudad se apoderó de mis fauces con violencia. Una ráfaga de electricidad optimista me cruzó el alma haciendo vibrar las fibras de mi ser dormido. Una breve, pero profunda, oración de agradecimiento salió de mi corazón evaporándose hasta el Cielo, estoy viva. El día se anunciaba con traje exótico y la tibia humedad tropical se arrastraba por mis poros sedientos de frescura. Un pensamiento revoloteaba en el microambiente neuronal: el sueño aquel y la estrategia para alcanzarlo. A veces no entiendo por qué se les llama “sueño” a los deseos profundos del corazón. Al menos a mí me funcionan diferente, pues la mayor parte de veces para lograr lo anhelado he tenido que invertir fuerzas, cabeza, tiempo, corazón, sudor y lágrimas. Mis sueños alcanzados han sido previamente trabajados. No soy de las suertudas con “loteriazos”, me ha tocado luchar y poco a poco, en todo, el esfuerzo genera resultados. En eso se entretenía mi cabeza…y en ella. Me contó su mayor sueño; con el corazón roto, pero sabiendo que ella sería feliz, siempre le alenté a alcanzarlo, incluso a sabiendas que yo no cabía en él. Ahora le veo derrotada, con un viento nuevo que la aleja de su anhelo más preciado, mientras se deja llevar sin fuerzas y sin el valor de seguir otros rumbos, su rumbo. Sentí pena, porque le quiero. Si tan solo…pero no. Por los sueños se lucha, querida mía, quisiera decírselo en un susurro y en medio de un abrazo fuerte. Ojalá encuentre su fortaleza, ojalá tome la decisión, ojalá siga, -construya-, su sueño. Eso era lo que yo pensaba mientras el aroma a cafetal de ciudad se apoderó de mis fauces con violencia…
Aquel aroma a cafetal...
Actualizado: 27 jun 2020
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